Una enorme cantidad de divinidades forman parte del panteón eslavo. Al parecer, cada una de las tribus eslavas (extendidas por una enorme zona geográfica que abarcaba desde el Báltico hasta el mar Negro) adoraba a sus propios dioses. La antigua religión eslava parece haber estado basada en el culto a la naturaleza, dependiendo de cada tribu las divinidades y las creencias concretas. Sin embargo, como ocurre con las distintas lenguas eslavas, que originariamente configuraban una sola lengua (el proto-eslavo),sería posible dibujar un "Olimpo" proto-eslavo y, mediante un estudio cuidadoso del folclore, podríamos reconstruir algunos elementos del panteón original, al que las diferentes tribus eslavas adoraban.
Ivanov y Toporov reconstruyeron el antiguo mito de Perun y Veles/Volos. Ambos constituyen una oposición clara en casi todas las fuentes: Perun es el dios celestial del trueno y el rayo, fiero y seco, que gobierna el mundo de los vivos desde su ciudadela en las alturas, situada en la rama más alta del Árbol del Universo. Veles por el contrario es un dios ctónico, asociado con las aguas, terrenal y húmedo, señor del sub mundo, que gobierna el reino de los muertos desde abajo, en las raíces del Árbol del Universo. Perun le da lluvia a los granjeros, es el dios de la guerra y las armas y es invocado por todos los que luchan. Veles es el dios del ganado, protector de los pastores, asociado a la magia y al comercio. Perun da el orden, Veles causa el caos.
La batalla cósmica entre los dos recuerda al antiguo mito indoeuropeo de la lucha entre el dios de las tormentas y el dragón. Atacando con sus rayos desde el cielo, Perun perseguía a la serpiente Veles, que se deslizaba hacia las profundidades de la tierra. Veles insultó a Perun y huyó transformándose en varios animales, escondiéndose tras árboles, casas o personas. Al final, Perun da con él o escapa al agua con dirección al sub mundo; básicamente es lo mismo: al matar a Veles, Perun no lo destruye realmente, sino que lo devuelve a su lugar de origen, al mundo de los muertos. Así, el orden del mundo, cambiado por la travesura de Veles, es establecido de nuevo por Perun. La idea de que las tormentas y los truenos son una batalla divina entre el dios supremo y su acérrimo enemigo fue crucial para los eslavos, incluso después de que Perun y Veles fueran reemplazados por Dios y el Diablo. El rayo que golpea un árbol o que quema la casa de un campesino se explicaba siempre como un dios del cielo furioso atacando a su enemigo terrenal, ctónico.
La batalla cósmica entre los dos recuerda al antiguo mito indoeuropeo de la lucha entre el dios de las tormentas y el dragón. Atacando con sus rayos desde el cielo, Perun perseguía a la serpiente Veles, que se deslizaba hacia las profundidades de la tierra. Veles insultó a Perun y huyó transformándose en varios animales, escondiéndose tras árboles, casas o personas. Al final, Perun da con él o escapa al agua con dirección al sub mundo; básicamente es lo mismo: al matar a Veles, Perun no lo destruye realmente, sino que lo devuelve a su lugar de origen, al mundo de los muertos. Así, el orden del mundo, cambiado por la travesura de Veles, es establecido de nuevo por Perun. La idea de que las tormentas y los truenos son una batalla divina entre el dios supremo y su acérrimo enemigo fue crucial para los eslavos, incluso después de que Perun y Veles fueran reemplazados por Dios y el Diablo. El rayo que golpea un árbol o que quema la casa de un campesino se explicaba siempre como un dios del cielo furioso atacando a su enemigo terrenal, ctónico.
La excusa que explicaba la enemistad de ambos dioses era el robo del ganado de Perun por parte de Veles o viceversa (aunque si Veles era el dios protector del ganado, no queda claro el asunto de la propiedad del mismo según este mito). El motivo mismo de robar ganado divino es muy común en la mitología indoeuropea: el ganado, de hecho, puede entenderse como una simple metáfora de las aguas celestiales o la lluvia. Así, Veles roba el agua de lluvia de Perun o viceversa.
Los investigadores Katicic y Belaj continuaron el trabajo comenzado por Ivanov y Toporov reconstruyendo el mito del dios de la fertilidad y la vegetación, Yarilo, y su hermana y esposa, Morana (Marena, Morena, Marana, todos los nombres provenientes de la misma raíz -mor-, muerte), la diosa de la naturaleza y la muerte. Yarilo está asociado a la luna y Morana es vista como la hija del sol. Ambos son hijos de Perun, nacidos la noche de Año Nuevo (La Gran Noche). Sin embargo, esa misma noche, Yarilo es raptado de su cuna y llevado al sub mundo, donde Veles lo educa como si fuera suyo. En la festividad de primavera de Yare/Yurievo/Yarilki, llena de simbología sexual y erótica, Yarilo regresa del mundo de los muertos (atravesando el mar) para traer al mundo de los vivos la primavera desde el sub mundo eternamente verde. Se le representaba como un joven y fogoso varón montado sobre un caballo blanco con una corona de flores en la cabeza, portando en la mano derecha un haz de trigo y en la izquierda una imitación de cabeza humana, símbolo de la muerte. El jinete recorría los campos de mies para favorecer una buena cosecha. Encuentra a su hermana Morana y la corteja, celebrándose a principios de verano su divino enlace con la fiesta conocido como Ivanie/Ivan Kupala. Esta unión sagrada entre hermanos, hijos del dios supremo, trae la fertilidad y la abundancia a la tierra, asegurando una gran cosecha. Asimismo, dado que Yarilo es hijo (hijastro, más bien) de Veles y que su esposa es hija de Perun, su matrimonio trae la paz entre los dos grandes dioses. En otras palabras, así se aseguraban de que no hubiera tormenta que pudieran dañar la cosecha.
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